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“Conócete a ti mismo” Estas palabras escritas en el templo de Delfos constituyen una enseñanza fundamental.

Si aplicáramos esta enseñanza, nos iría mucho mejor como sociedad. El tema está en que se nos quiere aplicar el mismo molde a todos y se nos marcan unos guiones vitales determinados que a unos les van bien, pero a otros no y aquí empiezan los problemas, las frustraciones y los conflictos. No todo el mundo necesita lo mismo, ni le hacen bien las mismas cosas. No se respeta la singularidad individual y se nos educa para comportarnos según unas pautas establecidas que no tienen por qué corresponderse con nuestra esencia.

Una persona extrovertida necesita cosas diferentes a otra que es introvertida. Hay emprendedores y no emprendedores, líderes y seguidores. Unos inician, otros consolidan. Unos crean, otros organizan. Unos necesitan estructura, otros libertad. Unos necesitan notoriedad y otros privacidad. A unos les va mejor solos y a otros en pareja. Hay personas de acción y personas de ideas, creativos y no creativos, familiares y no familiares y así podríamos seguir poniendo ejemplos.

Muchos caminos llevan a conocerse a uno mismo, pero de todos las herramientas que existen quizás la más antigua, la que se aproxima con más rigor a nuestro propósito vital y la que nos puede dar una información más concreta sobre el mapa a seguir en nuestro paso por el mundo es la carta Natal, que contiene toda nuestra particularidad. Conocer esa particularidad, aceptarla y vivir de acuerdo a ella es de las mejores cosas que puedes hacer por ti y por tu entorno.